Los
mordiscos son un problema habitual con el cual nos encontramos las escuelas
infantiles porque se dan muy a menudo. Cada año no deja de ser una fuente de preocupación para
los progenitores ya sea porque su hijo es el/la que muerde, ya sea porque es
quien recibe el mordisco.
Cabe aclarar
que ningún ningún/a niño pasa su jornada en la escuela sin interactuar con sus
iguales y que, por tanto, cualquier modo de interacción suele ser común entre
ellos.
El grupo de
niños de uno a dos años es uno de los más estresantes porque, aunque estemos
con cien ojos vigilándoles, los mordiscos se repiten a diario. Aunque la
atención sea exquisita, es inevitable que se produzca el mordisco, el tirón de
pelos o el arañazo.
¿Por qué se comportan así a esta edad?
Una de las
consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración.
Un niño de
dieciocho meses a quien en casa le dan todo lo que quiere, piensa que siempre va a ser así. ¿Por qué
tendría que ser diferente en la escuela?
Muchas veces
lo que acaba pareciendo una agresión no deja de ser un acto de cariño...,
aunque un poco exagerado, eso sí.
A los críos
les encanta tocarse y darse besos, se ponen nerviosos y simplemente se «pasan»
con los cariñitos. A esta edad aún no tienen control emocional, no son capaces
de canalizar las emociones intensas, se ponen nerviosos y, ¡mordisco al canto!
Los niños de
estas edades aún no saben hablar y no pueden utilizar la palabra para resolver
sus conflictos.
Al no
dominar la comunicación verbal, sus formas de mostrar rechazo, frustración,
deseo o necesidad son un tanto aparatosas. Su agresividad es, simplemente, una
manera de decir qué quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de
resolver los problemas.
Que acaben
de salirles los dientes es motivo más que suficiente para morder, con
desesperación, todo lo que tienen cerca.
¿A que es
gracioso cuando un bebé de seis o siete meses nos tira del pelo? Mamás, tíos y abuelos les reímos la gracia... e incluso agachamos nuestra cabeza para que el
angelito lo tenga más fácil y acceda sin dificultad a nuestro mechón de pelo o
a nuestra oreja.
A esta edad
los niños están en un momento evolutivo conocido como el del pensamiento
egocéntrico. Y ¿qué
quiere decir esto? Pues, entre otras muchas cosas, que son incapaces de ponerse
en la piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me
preocupa que lo tengas tú; no puedo comprender que tú también lo quieras, lo
quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo.
Los niños de
uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, es que aún
no saben hacerlo.
Se entiende
que estas conductas agresivas están dentro de lo normal a esta edad, pero es
necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas.
La clave está
en corregir estos comportamientos con constancia pero sin dureza, evitando en
todo momento ofrecerles modelos agresivos: la solución no es enseñarle a que
muerda al que ha sido mordido.
Los adultos
debemos hacer un gran esfuerzo por escucharles, por intentar entender lo que
quieren decirnos sin poder hacer uso de la palabra, por dedicarles tiempo. Por
escucharles ….que no es lo mismo que oírles….Escucharles activamente, centrando
nuestra atención e intención en ellos, sin estar tan resueltos a hacer
interpretaciones rápidas de su conducta y observando mucho más la nuestra.
Necesitan
que nos pongamos en su lugar, necesitan comprensión.
¿Qué debo
hacer si mi hijo muerde a los demás?
Aunque cada niño es diferente, a
continuación os enumeramos algunas recomendaciones que podrían resultaros útiles
para controlar a un niño que muerde:
- Manteneos firme. Decidle que no aceptareis que muerda a otras personas y explícadle las razones. Dedidle también que morder lastima a los demás.
- Sugeridle alguna forma de conducta alternativa en vez de morder. Un niño menor de 18 meses de vida quizás necesite un juguete que pueda morder.
- Si descubrís al niño mordiendo a alguien, usad un "no" firme para contenerlo o intentad detenerlo antes de que muerda.
- Si su niño muerde, y lo anterior no ha funcionado,probad con un pequeño castigo, quítandole un juguete favorito o alguna actividad que disfrute.
- No muerdais a vuestro hijo porque él mordió a otra persona. Si lo haceis, el niño probablemente crea que morder es aceptable. Tampoco le mordais jugando, ya que esto puede inducirlo a morder a otros.
- Elogiadlo cuando no muerda.
- Ante un mordisco lo primero es atender al niño que ha sido agredido, calmarle y ofrecerle seguridad.
- Hay que hacerle entender al niño que ha mordido que lo que ha hecho no está bien y que así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.
- Hay que evitar etiquetar a los pequeños como malos o pegones . Los niños no son malos, lo que está mal es su acción y así hay que hacérselo ver..
- Si este comportamiento es muy recurrente, convendrá apartarle de la situación y retirarle un ratito, muy breve, al rincón de la tranquilidad para que se relaje y, cuando vuelva al grupo, pueda seguir la actividad con total normalidad.
- Nunca discriminarle, ni permitir que nadie lo haga.
Es importante que los padres del centro entiendan que aunque un mordisco deja marcas y puede resultarles alarmante, a priori, los tirones de pelo, arañazos , empujones… no son menos dolorosos o molestos y todos los niños en mayor o menor medida “pegan”.
Cualquier niño, en esta etapa de sus vidas, puede pasar a ser " mordedor" en lugar de
"mordido", por ello es importante no tratar de discriminar a ningún niño ante este
echo y tratar de ser comprensivos.